6/11/12
Manos que buscan y no encuentran, pestañas empapadas de sal, orgasmos del cielo, tacto sin miedo. Que las explosiones, mi Vietnam, mi guerra interna, mis sueños volando por los posos de café. Café, que tu boca sabe a café, y tus manos y uñas al terrón que deshacías. Azúcar, que tu cuerpo se espolvoreaba con el mío buscando sintonía. Mozart, Vivaldi y músicos rusos de nombres simpáticos. Bandas sonoras distintas, la nuestra. Me besas y una orquesta empieza alegre en el estómago. Te despides y volvemos a las pestañas con sal. Tienes la capacidad de volverme pequeña, de hacerme grande a la vez, de sentirme un gigante cuando pretendes escapar de algo que comenzó. Pasemos el otoño en una franja que sea invisible, pasemos las mil noches separados para echarnos de menos. Callar, silenciar cada hora del reloj que no estamos juntos, y beber del suave y alimonado recuerdo de whiskys tumbados desnudos en el suelo, mirando el techo de tus ojos.
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