2/4/13
Empiezas a creer que es un sueño cuando sus mejillas se acercan a las tuyas. Cuando sus manos no dejan de posarse en tus manos, y cuando no para de decirte que ha sido especial. Crees que todo eso que te pasa tiene que ser mentira, un sueño tonto del que a veces no quieres despertar. Las mil veces que te dice mientras te haces la dormida que te quiere, y recorre con un dedo tu espalda desnuda, hasta llegar a tu cintura y de tu cintura al cielo. Que te hace tener vértigo en otros lugares que no sean sus caderas, y que te hace volar por encima de cualquier rincón. Y ahí, su foto con un molino de viento, un búho de madera y un cargador de mecheros, una frase con un caramelo de limón y mil noches en que esos ojos han visto esa foto. No hay mayor dulzura que la que provocan los dedos de sus pies calentando mis plantas y mis sábanas, ni mayor amargura que ese olor que deja en todo el jodido armario cuando desaparece a las tres de la tarde. La luz no quiere entrar en la habitación desde que hizo una foto a la ventana, y el frescor se queda entre el humo que se prende a las paredes. No hay mayor libertar que cuando tú me abrazas, ni siquiera hay libertad cuando tengo aire en los pulmones.
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