3/2/11

Amaba esa dulce sensación de que todos te miran por celos. Me gustaba el silencio que se producía cuando ibas de la mano con él. ¡Qué bonito era el que te dijera te amo, cuando ese local estaba abarrotado de gente que no hacía más que desprender miradas indiscretas! Después no me gustó la sensación de que me miraran, porque no eran celos, era pena. No me gustaba el silencio porque ya no iba de tu mano. No me gustaba que las miradas indiscretas pasaran por mi portal, porque ya no iba a locales. Desde que te fuiste fui difícil de conquistar. Ni un hombre me hacía sentir como tú. Y nadie me había querido echar para adelante... Y llegó él. Con ese pelo negro desafiando a tus ojos verdes, llegó con primaveras metidas en un bolsillo de pana. Y no en el frío cuero que me abrigó. Tenía una sonrisa que evocaba a la Antártida entera de lo claro que era su ser. Nunca llevó botas, pues las deportivas te permiten correr más, y el viento entra por los calcetines. Nunca me ha hecho sentir tristeza bajo el bolsillo donde guardaba un pañuelo, que por cierto tiré. Sabía cuales eran mis flores favoritas, pero sabía mi olor preferido también. Jamás me dio un clavel, sabiendo que hay rosas con jazmines que elevan la esencia. Él sabía que me gustaba escuchar, y estando conmigo nunca puso nada del barrio, ni de los chichos ni ciertos grupos. Siempre dijo que Roberto Iniesta era un inepto, pero le gustaba el solo de guitarra. Al menos eso. Nos gustaba el vino de cartón, pero solo con chucherías dentro. A ti solo te ganaba con ron, y sabes que le odio, donde esté el whisky que me quiten cualquiera más. El tenía el pelo oscuro, como tus sueños... Y nunca me dijo adiós.

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Nubes de Limón

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En esta vida hay que equilibrar esa balanza de la gente que no quiere sonreir.

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