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Cuando la ley antitabaco, era una simple pesadilla.


Noche de sábado. La misma escena. Un bar ochentero en su punto máximo de la noche. Suena Jimi Hendriz con su Bleeding Heart a toda pastilla. Humo por todos lados. No importa. Total, el que fuma está acompañado de otro fumador. La decoración es magnifica. Esos cuadros de actores y actrices quedan perfectamente colocados. Ella. En una punta de la barra se pide su tercera copa. No se siente soñolienta. Al menos no lleva esos tacones tan largos y puntiagudos que desafían al campanario de la Iglesia. Lleva un vestido corto, más bien minúsculo. En la otra punta. Él. Acaba de llegar con esa chulería típica. A todas las vuelve locas. Con su Marlboro en la boca, sus pantalones Levi's 501 y esa chaqueta oscura que hace convinaciones con sus ojos claros. Ella le mira. Él la mira. Cambian de canción. Esta vez su canción. Otro cruce más de mirada entre trago y trago. Una mirada que lo dice todo. Ella se baja de ese taburete de madera. Él la mira extrañado. La sigue hasta el pasillo del baño. Ella se queda esperando en la esquina. Su esquina. Él la abraza. La da un beso corto y voraz y se marcha. Otra mirada más de confidencia. Más tarde. Ella no ha parado de pensar en lo que él la ha dicho con los ojos. Él no quiere desperdiciar otra noche sin ella. Un segundo. Muchas risas. Cambio de canción ahora Mick Jagger intenta cautivarlos. De repente sucede. Sus labios hablan. Miente. A ella se le da bien. Se tapa la boca. Se baja y se va. El hace lo mismo. Vuelven a su sitio. A su callejón. Ese que tanto ha observado. Los dos se enlazan. Ya no hay historia diferente. Son dos parte de un mismo todo. No quieren que los pillen. Bajan un poco la intensidad. Él la coge en brazos, la lleva a su coche. Y ella... Y ella pierde los estribos una vez más. Se ha dejado llevar. Una vez más.

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