Casi siempre en esta vida vivimos en un orgasmos de sensaciones, un violento llegar y volver de mil sensaciones, un silencio que no quiere flotar por las aceras, un silencio que quiere empapar a toda la ciudad que nos rodea. No seguimos ningún tipo de show, seguimos la vida del que se sienta al lado en el autobús, y ese sigue la vida del que le escribe en el móvil. Vivimos rodeados de oscuridad aunque sea un día a las 12 de la mañana sin nubes en Cáceres.
No entiendes lo que es volar por encima de tus dedos, no te entra en cabeza, y cuando lo consigues, se desmorona y la presión hace que bajes de golpe.
Jodida gravedad, y jodido hermanos Warner que me hicieron creer que los ratones siempre escapaban de los gatos. Y que un correcaminos le volvía loco a un coyote. Nunca me dijeron lo crudo que era tener un vida, por mucho que Irvine Welsh me dijera que eligiera una vida, un trabajo y sobre todo una jodida droga.
Puta yo por elegir la droga de la gente, la de estar rodeada y tenerla y sentirme vacía.
Quizá el globo que se fue volando de entre mis dedos no quiera volver, y mi abuela me lo dijo una vez, que si sigo echando la vista atrás el pasado me adelantará tanto que no habrá como cogerlo de nuevo.
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